miércoles, 18 de junio de 2008

Ollis Pollibius

He estado muerto casi toda mi vida; vivo, sólo una vez, pero una bastó para no querer ser feliz nuevamente. La caída es demasiado abrupta, como lanzarse a un precipicio sin fondo. Estoy mejor así: solo, viendo pudrir mis huesos con este virus inefable, sintiendo gusanos y hormigas cavar mis músculos, dejando únicamente, e intactas, las pupilas.
Aquella tarde lo dejé bien claro: “Si entras, nunca más podrás salir”, no me creíste. No sé que intentaste desafiando mi soledad, mi muerte... No lo sé. Recuerdo tomaste mi corazón de un frasco, duro como el hierro por el formol, y lo frotaste contra tu pecho. Cuando me lo hundiste empezó a latir, bombeando plasma a todo mi cuerpo. Abrí mis ojos, vi los tuyos, y así nos quedamos hasta que cayó la noche.
Andrómeda brilló en ciudades de ensueño, únicamente dibujadas en tus caderas, bellos mapas que enseñaban ciencias ocultas, magia. Y descubrí, vello por vello y noche tras noche, la alquimia de la resurrección. Mi pelo creció, negro, crespo; surgieron mis dientes, verdes al principio, blanqueados con fluoruro después; mis uñas se enroscaron en mis manos y la vida fluyó en mí en forma de sudor, mocos, semen... Poco a poco en ese renacer sentí como las mariposas salían de mi boca, de mis orejas, de mi ombligo, incluso de mis poros se abrían paso a la libertad; había vida dentro de mí, luego el frío congelaba sus alas y si podían se iban a morir al baño.
No quedó un lugar sin besar, un camino sin morder, una frontera que rasgar, lo hice todo, absolutamente todo: amarte, humillarte, odiarte... Siempre en la misma cama, hasta que sólo quedó tu piel seca, salada por las lágrimas. Fue entonces que desesperados, tus ojos gritaron a los vientos que vinieran por ti. Más rápido llegó un triste pegaso que quería conocer el mundo y tú le dijiste que se lo mostrarías montada en sus ancas. Entonces te comprimí en una cámara de vacío, celoso, no quería que ni siquiera el aire te tocara, y vigilé con mi alabarda, parecido a los guardianes de la Persia, tu refugio. No sirvió de nada. Una vez que me quedé dormido rompió el cristal, se llevó tu alma y dejó un recuerdo de huesos sin sentido.
Ahora que lo pienso no me duele tanto tu ausencia, no me eres indispensable después de todo, ¡no!, créeme que no, ya he estado muerto por mucho tiempo y sé que puedo soportarlo; lo único que me molesta realmente, hasta el hartazgo, es este olor de tu cuerpo pudriéndose junto al mío.

Guillermo Arroyo Jiménez, México, DF. 19/06/08

EXAGERACIONISMO
Literature for destruction

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En alguna parte leí: "No hay regalo más grande (y más cruel) que regalar ESPERANZA"...
Qué triste tu escrito -peor aún- que cierto.
Tengo una duda, qué significa "Ollis pollibus" ¿?
saludos.

Anónimo dijo...

Sip, del taller de los martes.

En alguna sesión coincidimos, pero no leíste algún texto porque no hubo tiempo... me da gusto encontrarte por aquí (te reconocí por la foto), pensé que escribías cuento; me ha sorprendido mucho ver tu poesía, me agrada, me agrada mucho.

Encontré que Pollibius es un videojuego (leyenda urbana) dónde quienes la veían se hacían adictos, perdían la memoria y luego lo detestaban; pero nada sobre monstruos, ni Italias, ni catacumbas; ¿sabrás dónde podría encontrar información sobre el tema? me intesa mucho.

Saludos y de nuevo, un gusto leerte.